Todos somos traductores

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Mi campo de trabajo no son las letras sino la informática; por lo tanto, puede parecer extraño que esté hablando de traducción. Pero, en realidad, ha pasado algún tiempo desde que me di cuenta de que lo que hago es, efectivamente, una forma de traducción.

Como programador, tomo como input (entrada) los requisitos de un programa en lenguaje humano y los traduzco a un lenguaje intermedio, el código fuente. Más tarde, con la ayuda de un programa especial llamado Compilador, este código fuente se traduce de nuevo a un lenguaje binario que el ordenador entiende. Y así obtenemos el output (salida) previsto, un programa que realiza la tarea deseada según los requisitos especificados.

Del mismo modo, un traductor toma como entrada un texto en un idioma y traduce a un idioma diferente (la salida).

Sin embargo, el mundo de la traducción no termina aquí. Estamos traduciendo constantemente en nuestras vidas personales y profesionales: cuando leemos, traducimos un texto escrito (con todos sus símbolos) para su representación abstracta, para interpretarlo. Cuando hablamos, traducimos nuestras ideas en sonidos que los demás, al escuchar, traducen de nuevo en ideas que pueden ser comprendidas.

En realidad, nuestro cerebro no es más que una compleja máquina traductora que traduce las ondas sonoras, las ondas luminosas y las señales eléctricas de la piel, la nariz y la lengua en algo que podemos entender como el mundo que nos rodea, con todos sus sonidos, colores y movimientos.

Después de todo, somos todos traductores.

Luis Rodrigues, Administrador de Sistemas